¿Qué significa realmente ser “fiel a uno mismo”? Para Aristóteles significaba realizar nuestro potencial, en el sentido de desarrollarlo plenamente hasta convertirlo en realidad, por lo cual nunca es demasiado tarde para empezar a serlo.
[…] De todos los conceptos clave de Aristóteles, la mayor parte de ellos empleados tanto en las obras filosóficas como en las científicas, el más inspirador es el de potencia. Según Aristóteles, cada objeto del universo tiene una finalidad y existe para ella. Incluso un objeto cotidiano como una mesa tiene una finalidad: es un mueble alrededor del cual la gente se sienta y encima del cual coloca cosas. Pero las cosas vivientes tienen un potencial diferente, una dýnamis, que se desarrollará hasta ser la versión madura de lo que alguien es, y da igual lo que fuere; una semilla o una bellota tiene el potencial de desarrollarse hasta formar una planta o un árbol; un huevo de gallina, fertilizado, tiene la dýnamis necesaria para desarrollarse hasta ser un polluelo. En el caso de los animales (incluido el animal humano), la idea aristotélica de dýnamis anticipa misteriosamente los conceptos modernos de codificación genética y ADN, y así lo han reconocido biólogos y genetistas de nuestros días. En efecto, los cuernos de un animal son el producto de la interacción de una materia y una forma que siempre tuvieron un potencial inherente programado para formar cuernos, y estos tienen una finalidad específica, un fin o telos, a saber, la defensa propia del animal de que se trata.
Para Aristóteles, la idea de finalidad está vinculada a una de sus doctrinas más célebres, la que postula que todo tiene cuatro causas fundamentales. Una estatua, por ejemplo, tiene (1) una causa material (la piedra de que está hecha); (2) una causa eficiente (el escultor); (3) una causa formal (el diseño y la forma exactas de la estatua obra del escultor, y (4) una causa final, que es la razón y el propósito de su existencia (estar en un santuario y recibir ofrendas). En un ser humano, la potencialidad está íntimamente relacionada con la causa final, la que explica la razón de ser y el propósito de la existencia. La causa material de un ser humano (1) es la materia orgánica- la sangre, la carne, los huesos- de la que está hecho. La causa eficiente (2) son los padres que lo engendraron. La causa formal (3) es el ADN que determinó la estructura genética, el aspecto y la constitución de un individuo. La única causa que un ser humano controla es la causa final (4), razón de ser y finalidad. Un compromiso universal con la plena realización del potencial humano en sentido aristotélico podría resolver los problemas a los que hoy se enfrenta la especie humana.
[…] Aristóteles desarrolla su concepción de la dýnamis en el libro IX de la Metafísica. Se puede tener el potencial necesario para respirar, crecer o caminar y las plantas. Los animales y los humanos pueden realizar esta clase de potencial inconscientemente, Sin embargo, hay una dýnamis especial y superior, a la que llama “potencialidad racional” y solo la poseen los seres humanos. Dicha potencialidad no puede realizarse sin recurrir al pensamiento consciente. Un médico, por ejemplo, nace con el potencial intelectual necesario para aprender las bases de la ciencia médica; una vez formado, tiene el potencial que se requiere para curar a un paciente, pero puede decidir no tratarlo o hacerlo de una manera que será perjudicial más que benéfica. Solo la actividad racional- pensar- aplicada deliberadamente con el objetivo de sanar al paciente logrará que se realice el potencial del facultativo para curar. El médico tiene que decidir ayudar al paciente para que se recupere, y también tiene que deliberar sobre los tratamientos más aptos para alcanzar ese objetivo. Para ser un buen médico hace falta reunir cuatro requisitos, esto es, potencialidad, formación, intención y razonamiento. Lo mismo se necesita para ser una persona buena y feliz.
[…] Un ser humano tiene que ser concebido, tiene que nacer, ha de ser alimentado, protegido, mimado, estimulado e instruido. Si ha de alcanzar todo su potencial, debe identificar sus dones y aquello que lo hace feliz (dos requisitos que para Aristóteles son una y la misma cosa) y llevar todo a buen término con una formación especializada.
[…] Aristóteles empleó las ideas gemelas de potencialidad (dýnamis) y realización de ese potencial en la práctica ( para designarla utiliza el término energeia) en sus tratados sobre ética, física y metafísica y, también, sobre psicología y conocimiento. En nuestro, la dýnamis se refiere al conjunto de cualidades, talentos y aptitudes de las que nos dota la naturaleza. Si se es un adulto maduro, solo uno puede evaluar cuáles son basándose en sus deseos y experiencias, tal vez analizándolo con amigos y consejeros sinceros. Es crucial atreverse a nombrar y a enfrentarse incluso a los sueños y a las ambiciones que otros califican de locura. Son pocos los que en el lecho de muerte lamentan haber intentado hacer realidad sus sueños, pero sin duda pueden lamentar no haberlo intentado siquiera.
Todos tenemos el deber de ayudar a los jóvenes a identificar sus potencialidades y realizarlas; los padres y los que, de entre nosotros, se dedican a la enseñanza o a alguna profesión de vocación social pueden hacerlo, por así decir, a tiempo completo. Algunas potencialidades se realizan inevitablemente y nada las detiene; otras pueden requerir que se den las circunstancias idóneas. Un ser humano tiene que vivir en las “circunstancias adecuadas” para sus potencialidades, lo cual significa que tiene que encontrarse en un estado que permita el apoyo y la intervención de las circunstancias y agencias internas. Si al pequeño no se le alimenta, no se le mima y no se le enseña el abecedario, estará desnutrido, dañado psicológicamente y será analfabeto. Ahora sabemos que la parte “racional” del cerebro humano, el córtex frontal, ni siquiera está plenamente “conectada” hasta los veinticinco años, cosa que significa que hay que seguir apoyando a una persona hasta mucho después de la mayoría de edad legal, y a menudo durante años después de concluidos los estudios. Dicho de otro modo, a los humanos se los puede criar y cuidar de una manera que les permita realizar todo aquello de lo que son potencialmente capaces, pero es posible también que su potencial quede atrofiado o no llegue a realizarse.
Si consideramos la dýnamis de Aristóteles en uno de los contextos en los que él mismo la consideraba más fascinante- la potencialidad intelectual, recordaremos que puede o no realizarse según las circunstancias. Además, no será la misma, ni cualitativa ni cuantitativamente, en todos los seres humanos, que, en cuanto especie, comparten ciertas clases de potencial. Sin embargo, para Aristóteles existían varias categorías con distintas clases y niveles de dýnamis. Así, por ejemplo, los niños que no son aún capaces de ejercitar la deliberación racional, pero tienen, en potencia, todas las dotes que le permitirán hacerlo. Podemos estar seguros de que Aristóteles sostenía que cada individuo tiene también un potencial diferente.
Aristóteles comienza su obra más importante sobre moral, la Ética a Nicómaco, señalando que todo lo que hacemos tiene un objetivo positivo; él lo llama “un bien. […]Cada individuo puede decidir por sí mismo las cosas buenas que aspira a conseguir y luego dedicarse a adquirir las capacidades y encontrar las situaciones y compañeros de viaje que le posibilitarán alcanzar su objetivo[…]
Vivir una vida no planeada vale menos la pena. Nuestros objetivos, las cosas realmente importantes que queremos hacer solo tienen que estar en nuestra mente como un bosquejo; los detalles pueden completarse, como en una pintura, a medida que avanzamos.
[…] Cuando se elabora un plan, el principio más importante es el placer. Para Aristóteles, el placer era una herramienta maravillosa para el análisis científico, social y filosófico de cualquier clase. Es por ese motivo que piensa que la naturaleza lo utiliza para ayudar a todos los animales sensibles a encontrar lo que necesitan para prosperar- y a hacerlo-. Las diversas clases de animales están dotados de diferentes maneras de sentir placer. Los seres humanos destacan porque disfrutan de una gran diversidad de placeres, distribuidos entre toda la población. “Lo que es carne para uno es veneno para otro”.
Aristóteles sostiene que todos deberíamos aspirar a ejercer las ocupaciones que nos procuran placer. Advirtió que las personas que ejercen una actividad que les procura placer son casi siempre las mejores en su profesión; solamente aquellos que se deleitan con la geometría llegan a ser competentes en la materia. Y lo mismo se aplica a la arquitectura y todas las demás artes.
Algunos talentos innatos requieren más formación que otros, nadie nace sabiéndolo todo de la música, geometría o arquitectura. Sin duda se necesita tanto un talento natural como dedicación al estudio si se aspira a ser un profesional sin par- un sabio, sophos, dice Aristóteles- en un campo dado, por humilde que este sea.
El truco consiste en averiguar lo que nos gusta hacer y aquello para lo que tenemos aptitudes, y luego no soltarlo. Claro que del dicho al hecho… Sin embargo, al menos en cuanto seres humanos, pues no somos olmos ni gacelas, podemos hacer una elección racional. Con todo, reconoce que hay personas muy versátiles cuyos talentos naturales pueden permitirles dedicarse a muchas y muy diversas actividades.
Algunas actividades son competitivas y presentan muchos desafíos, y es posible que haya momentos en la vida en que uno, por tener personas a su cargo, tenga que ganarse el sustento haciendo algo que no le guste especialmente, pero el principio general que recomienda escoger la clase de trabajo que hacemos y , por tanto, la formación que requiere de acuerdo con la actividad que nos hace más felices es de una validez irrefutable. Si no podemos dejar un trabajo exigente que detestamos, sería útil revisar sin demora todas las alternativas posibles aun si tenemos una familia a cargo. La mayor parte de los niños prefiere un padre o una madre que trabaje en una tienda de los alrededores y que esté más con ellos en casa a unos ingresos de clase media.
[…] A diferencia de Platón, su tutor, un pensador elitista que creía poco en la inteligencia de los pobres y de las clases trabajadoras, Aristóteles suele hacer hincapié en que los mejores expertos en un tema dado son probablemente personas con sentido común que han acumulado experiencia por baja que sea su condición social. En la Ética a Nicómaco reconoce que la gente con una experiencia práctica considerable en una actividad puede ser mucho más útil que los que han estudiado los principios teóricos subyacentes de una disciplina dada.
[…] Aristóteles insistía en que la educación debía ser la misma para todos; así, cada miembro de la comunidad entendería los asuntos y podría participar en un diálogo fructífero con sus conciudadanos. La educación universal significaría, pues, maximizar las posibilidades que tienen los individuos con la dýnamis pertinente a la hora de encontrar soluciones para los problemas comunes. En cualquier comunidad y en cualquier momento pueden aparecer seres humanos realmente capaces. La inteligencia se distribuye de manera aleatoria. Si no identificamos y realizamos el potencial intelectual, nos ponemos grilletes en la línea de salida de nuestra carrera contra el tiempo.
(Edith Hall. La senda de Aristóteles. Anagrama Argumentos. Barcelona. 2022)